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Clara Obligado

¿Qué recuerdo tenés sobre tu primer acercamiento a la lectura?

He leído toda mi vida, desde los siete años, mezclando libros para chicos y libros que no lo eran. Sería imposible recordar un primer acercamiento, porque para mi leer ha sido siempre algo tan natural como respirar.

¿Cómo es tu relación con la escritura?

Aunque siempre he escrito, no fue hasta pasados los 40 años que decidí dedicarle un tiempo más organizado. Escribir es cansador, es prácticamente gratuito porque no se puede vivir de ello, pero es mágico por momentos. Escribo en particular en las vacaciones, me encierro casi durante tres meses, porque doy clase y trabajo mucho a lo largo del curso, también viajo mucho. He escrito siempre, desde que empecé, sin demasiados aspavientos. Cuando mis hijas eran chicas, y ahora que tengo nietos. Cuando tengo tiempo, y cuando no tengo tiempo. Los libros van apareciendo casi sin que me dé cuenta. Desde mi primer libro he escrito unos veinte libros más, sin considerar que hago algo particular o extraño. Alguna gente sale a caminar, otra hace crochet. Yo escribo. Sucede sin que le dé demasiada importancia. Diría que es una forma de escritura bastante femenina.

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Lo recomendás?

Lo último que leí, creo, fue Mañana y tarde, de Jon Fosse, el escritor noruego el premio Nobel de este año. Y lo recomiendo con entusiasmo, es magnífico.

Si me permitís, agrego una de yapa, ¿qué pregunta te gustaría que te hiciera?

No sé, ninguna en particular, no tengo zonas escondidas y en general tengo poco tiempo para mirarme a mí misma, no me considero demasiado apasionante, la verdad… Pero sí que hay una pregunta a la que no respondería nunca: cuánto peso.

Nona Fernández

¿Cómo recordás tus primeros acercamientos a la lectura? ¿Hay algún libro que haya marcado tu infancia?

De niña fui una lectora voraz, mucho más que ahora. Los libros eran la puerta para habitar otros mundos y jugar a ser otra. Estuve en Cumbres Borrascosas, entré a la mansión Usher, vi al jinete sin cabeza de Sleepy Hollow, conocí a los fantasmas de las navidades en Canción de Navidad, viajé en el tiempo y el espacio, llegué hasta Marte. Crónicas marcianas.

¿Cómo es tu relación con la escritura?

Gozosa y culposa. La disfruto demasiado, pero siempre me falta vida para escribir todo lo que quisiera.

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Lo recomendás?

A Sexto Piso le debo la lectura de todo lo que han traducido de la Vivian Gornick. Recomiendo todo, pero en especial Apegos feroces.

Si me permitís, agrego una de yapa, ¿qué significa la memoria para vos?

El futuro.

Luciano Lamberti

¿Cómo recordás tus primeros acercamientos a la lectura? ¿Hay algún libro que haya marcado tu infancia?

Mis viejos eran carniceros y en mi casa no había muchos libros, pero tenía tías que me regalaban… El primero que leí, que tenga memoria, es La Biblia de los niños que era una Biblia ilustrada y estaba muy bien redactada y muy bien resumida…, historias fascinantes, eso me quedó en la cabeza. Y después, ediciones abreviadas de libros que venían en Billiken y alguno de la colección Robin Hood también.

Y después, lo común: leí a Bradbury, Cortázar, Quiroga…, y me fui animando cada vez más. La evolución bastante natural del lector. Pero sí me acuerdo que leía mucho fantástico, era como mi pata porque, bueno, a esa edad es lo que más pega.

¿Cómo es tu relación con la escritura?

Mi relación con la escritura es vital, en sentido de que si no escribo la paso mal…, digamos, siento que pasan los días y no he hecho nada y tengo como esa necesidad de usar este tercer ojo mental. Una ansiedad, la escritura.

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Lo recomendás?

Estoy leyendo el último de King, el de cuentos, si te gusta la oscuridad creo que lo tradujeron… [Estoy] sorprendido porque King está grande y porque yo un poco le perdí el rastro (el policial no me vuelve muy loco y él está escribiendo mucho policial), pero estos cuentos son realmente impresionantes, me gustaron un montón, hay algunos que son muy largos, son casi novelas cortas de 200 páginas… ¡Cuentos de 200 páginas!, solo King puede hacer eso.

La estoy pasando muy bien… y fui a Chile y me traje una parva de libros para leer así que voy a estar con eso.

Ariana Harwicz

¿Qué recuerdo tenés sobre tu primer acercamiento a la lectura?

Mi primer acercamiento a la lectura tiene que ver con mi abuela. Yo quería desesperadamente saber leer, pero todavía no sabía y ella me leía e íbamos con los dedos tocando palabra por palabra, como un sistema braille, como para ir deletreando, digamos, desentrañando cada letra y el sonido que generaba cada letra junto con otra…, las consonantes, las vocales…, y ella me ayudaba a leer uniendo los sonidos muy tempranamente. Me parecía, por supuesto, un acto de magia, ¿no?

¿Cómo es tu relación con la escritura?

Mi relación con la escritura es una relación total. No es que está la vida y, por otro lado, la escritura. No es que está el paso del tiempo, la existencia, la muerte y, por otro lado, la escritura. Esa división no existe. Es mentira. Todo es escritura…, para el que escribe, para mí, toda experiencia, cualquier cosa es susceptible de ser escrita, de ser pensada para ser escrita. Entonces, a veces, uno vive cosas solo para después escribirlas, y uno escribe para poder vivirlas, ¿no?, esa es la relación.

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Lo recomendás?

El último libro que leí es un libro editado por Mardulce, la editorial argentina, que se llama Ladies. Una antología de mujeres dandis… Lou Andreas-Salomé, Colette, George Sand, etcétera, y lo recomiendo muchísimo.

Inés Garland

¿Qué recuerdo tenés sobre tu primer acercamiento a la lectura?

Había unos libritos en lo de mi abuela, una colección de Bruguera de clásicos adaptados: La Ilíada, La Odisea, Don Quijote, La cabaña del tío Tom, La gitanilla valiente, Goethe, muy ecléctica. Lo que más recuerdo son las ilustraciones. Pienso que empecé de más chica, pero a los nueve años los leía durante horas acostada en una cama con una colcha áspera color rosa viejo.

¿Cómo es tu relación con la escritura?

Creo que fue mi manera de sobrevivir, mi refugio, mi manera de entender lo que había por debajo de las cosas. Empecé a escribir a los once años y nunca paré. Necesito escribir. Necesito entender el mundo y entenderme a mí misma escribiendo.

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Lo recomendás?

Leí La vida por delante de Magalí Etchebarne y El salvajismo materno de Anne Dufourmantelle, al mismo tiempo, los recomiendo a los dos.

Mariano Blatt

¿Qué recuerdo tenés sobre tu primer acercamiento a la lectura?

Me acuerdo mucho de un sobre portalibros de tela que nos habían dado en la biblioteca de la escuela para que pudiéramos llevarnos libros. Creo que es uno de los recuerdos más antiguos vinculados con la lectura que tengo. La alegría de sentir que adentro de ese sobre que llevaba en la mochila tenía libros para leer en casa.

¿Cómo es tu relación con la escritura?

Esporádica y plena. Escribo poco, de manera muy esporádica, pero cuando lo hago, la entrega es total.

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Lo recomendás?

Ayer terminé Historia del sainete nacional, de Blas Raúl Gallo. Sí, lo recomiendo, está lleno de historias e Historia.

Isol

¿Por qué escribir libros infantiles?

Creo que cada creador escribe por motivos íntimos y personales que lo hacen sentir que puede expresarse a través de un medio como el libro infantil y sentirse, de alguna forma, cerca del lector infantil.

En mi caso hay algo del formato del libro ilustrado, del cuento con imágenes, y del personaje niño que me inspira y emociona. Quizá la mirada del lector que me imagino y, que soy yo misma cuando me pongo a mirar y admirar el mundo con pregunta y maravilla, es la que me orienta y me da ganas de escribir y dibujar una obra que conecte con niños y también con adultos que no olvidan cierto juego y sensibilidad de la infancia.

Si pensamos en una utilidad o en un porqué a nivel conceptual, creo que los humanos nos nutrimos de historias, de imágenes, y necesitamos profundamente vivir muchas vidas, cosa que solo es posible a través de la imaginación que se enriquece con narraciones que produce nuestra propia cultura y que nacen de lo que nos inquieta, nos emociones, no asusta y nos da risa… Vivimos aventuras con los protagonistas de los libros, sufrimos o nos alegramos por ellos, es algo realmente mágico que sucede y creo que crecemos mucho a través de esas experiencias lectoras.

En el libro hay un ritmo de lectura que a diferencia de una película, lo pone el lector. Hay posibilidad de introspección y de detalle, también de disfrutar una página dibujada a nuestro ritmo, y con dibujos que tal vez son diferentes a los que nos ofrece una pantalla. En los libros ilustrados hay mucha experimentación, muchas poesías, juego con los formatos. Y también me gusta mucho que sea silencioso, que pueda ir en un bolsillo o una pequeña mochila. El libro es un objeto íntimo, nadie está espiando qué opinás sobre él o qué dicen otros de ese libro, es realmente una relación de uno a uno. Y si compartimos un libro con otros en una lectura en voz alta, se crea un tipo de escucha y comunión que es realmente mágica.

Así que por eso y muchas cosas se me ocurre —pero sobre todo por la felicidad que me han dado los libros desde mi niñez y la felicidad que me provoca el proceso de hacerlos— que en mi vida es algo extremadamente importante el hacerlos y me esfuerzo en hacer lo mejor que se me ocurre siempre esperando inspirar también a otros y generar esos espacios mágicos.

María Teresa Andruetto

¿Por qué escribir libros infantiles?

¿Por qué escribir libros infantiles?, ¿por qué escribir libros?, ¿por qué escribir?, ¿no?, sería lo mismo en distintos momentos de la vida de uno, del modo de sentir de uno.

Una necesidad interna que nos hace decir, nos hace buscar una manera de decir ese algo que no podemos presar del todo y que quizás incluso tampoco podemos terminar de presar del todo cuando termina el proceso de escritura.

En el caso de Clara y el hombre en la ventana yo lo escribí cuando murió mi mamá porque había una escena suya de infancia que se repetía mucho y que se siguió repitiendo cuando ella fue perdiendo la memoria: era un agradecimiento a un amigo suyo mucho más grande, a ella que era una niña pobre él le prestaba libros.

Él que era mucho más grande, debe hacer tenido como casi veinte años más, le prestaba libros, le enseñó algo de música, le enseñó a coleccionar estampillas…, digamos que ella tenía una gran apetencia cultural en un pueblo donde solo había una escuela primaria y encontró en él una manera de adquirir cierto conocimiento, ciertos recursos culturales.

Se llamaba Juan y era un hombre que estuvo muchos años encerrado en su casa, con un piano, pertenecía a una de las dos o tres familias acomodadas del pueblo, tenían biblioteca, cosas no diría fastuosas pero sí muy diferentes a lo que era la casa de mi madre.

Él vivió muchos años encerrado porque era muy amanerado y eso, en un pueblo pequeño de la llanura, muy conservador, estamos hablando de fines de los años treinta, treinta y ocho, cuarenta, eso era algo muy difícil de llevar adelante. Mi mamá conservó hasta el último día, incluso aún perdida la memoria, un agradecimiento a Juan.

Entonces, después de que ella murió, yo hice como un guion para un ilustrador y se lo ofrecí a una editorial con la que no tenía relación, la Editorial Limonero, porque me encantan los libros que hacen, y ellos buscaron a Martina Trach —una ilustradora joven, era su primer libro sola, había ilustrado libros colectivos—. Con Martina trabajamos un año juntas, ella iba haciendo las imágenes, íbamos conversando y, una vez que ella tuvo todas las imágenes, yo reajusté un poco los textos.

Así nació Clara y el hombre en la ventana que la verdad ha tenido y tiene una historia muy bonita, una circulación como libro muy bonita, cosa que uno nunca sabe antes cómo va a caer ese libro en manos de otros, de los lectores.

Es un libro que tiene traducción al portugués y al italiano. Iba a tener una traducción al coreano, pero tuvimos que deshacer el contrato porque me pedían que él no fuera gay, aunque la referencia es muy pequeña, esa referencia a un amor con otro varón…, yo no quise porque me pareció que era fundamental para la historia porque si no cómo se justifica el tema de estar aislado, de estar encerrado, de tener coraje…, así que desarmamos el contrato. [Tiene además] una traducción al alemán.

El libro ha circulado mucho… También la provincia de Buenos Aires hizo una compra importante para su circulación en escuelas y había una posibilidad de una edición en inglés a partir de una editorial canadiense, pero no se ha concretado hasta el momento.La última noticia es que se está haciendo una edición al catalán. Eso con Clara.

No sé si te contesté más o menos… Te conté, en realidad, la historia de Clara.

Sol de Angelis

¿Por qué escribir libros infantiles?

No lo tengo muy claro. Mi respuesta es: el mismo motivo por el que hacemos literatura en general.

Creo que la literatura es una parte fundamental del ser humano. Contar historias es un poco lo que nos hace humanos, y el libro es un objeto maravilloso que nos permite contar historias y que el lector se encuentre con ellas en la intimidad de su soledad, en silencio, en tranquilidad, en paz.

Los libros y la literatura nos permiten necesitar la escucha, la empatía, la concentración, nos dan alegría, nos dan todo, ¿no?. Los libros nos permiten vivir aventuras y conocer personajes que de otra manera sería imposible.

Es como un mundo también onírico donde todo es posible y, a su vez, cerrás las tapas y se termina y ahí queda. Se abre y se cierra un portal de magia. La literatura es una de las cosas más lindas que existen en este mundo. Todos merecemos poder leer. Todos merecemos el derecho a la lectura.

Con respecto a por qué específicamente para niños…, no lo sé, Maurice Sendak decía que él no escribía para niños, sino que escribía libros que ojalá le resultasen interesantes a los niños, y siempre pienso en eso.

Yo sé que el mercado necesita encasillar las cosas para poder venderlas y para que haya un estante en una librería donde uno pueda decir necesito tal cuento, tal historia y ahí lo encuentra, pero no sé si los libros tienen naturalmente en sí un público determinado, una edad específica.

La literatura es para todos y los libros son para todos.

Carolina Esses

¿Por qué escribir libros infantiles?

La verdad es que el mundo de la niñez es pura poesía y permite muchísima libertad.

De todas maneras, sobre todo un libro como Ana y la gaviota, no lo pensé teniendo en cuenta un público infantil. Más bien pensé en el cansancio de esa médica y en lo que el encuentro con la gaviota le podía dar.

Quizás cuando se trata de narrativa más extensa aparece más la idea de la niñez. Tengo tres hijos (tres varones) y muchas veces he escrito pensando en ellos, el asombro de los chicos es absoluto. La forma en la que se entregan a los juegos de lenguaje y a la aventura.

Eso: la literatura infantil permite el total arrojo a la aventura. La aventura doble: de la peripecia y del lenguaje. Eso me llena de felicidad.

Roberto Chuit Roganovich

¿Qué recuerdo tenés sobre tu primer acercamiento a la lectura?

La primera experiencia que recuerdo sobre leer algo fue en la cocina de mi casa, un mediodía, antes de sentarnos a comer en familia. Vivíamos seis personas en una casa bastante chica. Todos preparaban la mesa: los cubiertos, los vasos, los platos. Yo decidí, no sé cómo y no sé por qué, leer en voz alta y por primera vez en la vida el titular de una noticia del diario. El living quedó en silencio. Todos giraron sorprendidos. Ahí estaba yo, juntando con la lengua las sílabas que mi mamá me había enseñado. Recuerdo que me aplaudieron.

Unos años más tarde, sí, a los seis o siete años, recuerdo mi lectura de El príncipe valiente, de Harold Foster. Recuerdo, específicamente, una noche. Era verano y hacía calor. Estaba sin remera. En la cama de al lado dormía mi hermana, Macarena, apenas un año más chica que yo. No quería molestarla con la luz prendida, pero no podía dejar de leer. El protagonista, en ese capítulo, se disfrazaba de “monstruo” con el cadáver de un pato, y se balanceaba por las vigas de un castillo para ahuyentar a intrusos. Recuerdo sentir que yo también era un príncipe, que yo también era valiente, y que también podía, de ser necesario, convertirme en “monstruo” para ahuyentar de mi castillo a cualquier intruso.

¿Cómo es tu relación con la escritura?

Compleja. En términos generales, no disfruto de escribir, menos todavía de corregir, tarea que es, en estricto, la que más tiempo me lleva.

No existe otra práctica en mi vida que me ponga de forma tan recurrente y de forma tan violenta frente a mis propias incapacidades. Sentarse a escribir es, siempre, y al menos para mí, el reconocimiento automático de una falta de destreza, de una impericia, de una no soltura. Resulta frustrante y molesto. Muchas veces resulta incapacitante.

Disfruto, sí, inventar historias. Disfruto pensar en imágenes, en personajes, en arcos narrativos, en sensaciones, en colores, en cómo cae la luz del sol sobre un jardín, en cómo es que la lluvia moja de a poco el asfalto. Ese goce, el de la imagen, que es espontáneo y no mediado, puesto que puedo “ver” lo que imagino, no es nada parecido a lo que sucede cuando intento “transportar” esa “sensación” o “experiencia especulativa” a la palabra.

Intento, sin embargo, tener una conducta de escritura. La inspiración, como tal, como figura romántica, no existe. Solo existe la disciplina y la perseverancia, como decía Octavia Butler. Intento, por eso, escribir mucho, bajo la certeza de que, efectivamente, uno termina por mejorar; bajo la certeza de que, con trabajo consciente y constante, uno termina por encontrar más rápido las palabras que necesita, uno termina por amigarse un poco más rápido con la lengua que habitamos.

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Lo recomendás?

El último libro que leí fue Carrie, de Stephen King. Mi ejemplar ya estaba muy maltrecho y encontré una versión nueva y especial por el 50 aniversario del lanzamiento de la novela. La tapa es hermosa y, además, tiene un prólogo bastante extenso y divertido de Margaret Atwood. Quería saber si el libro había “envejecido” bien y me gustaba tanto como me gustó cuando era adolescente.

Recomiendo el libro, sí. No solo por lo que significó para el género de terror en la literatura y para el desarrollo de Stephen King como escritor, sino también por su estructura.

Es una novela polifónica que narra una historia —bastante simple, por cierto— desde múltiples registros narrativos: fragmentos intimistas con un narrador omnisciente en tercera, fragmentos tanto más ralos con un narrador testigo, recortes de diario, fragmentos de pericias policiales, fragmentos de diálogos judiciales, etcétera.

Carrie es un gran dispositivo literario. Ese dispositivo sigue siendo utilizado al día de hoy. En el campo nacional —y por nombrar solo algunos— La masacre de Kruger, de Luciano Lamberti y Telepatía Nacional, de Roque Larraquy siguen de cerca esta estructura.

 

Andrés Montero

¿Qué recuerdo tenés sobre tu primer acercamiento a la lectura?

Mi primer acercamiento es sin duda a través de los cuentos y anécdotas familiares que nos contaba mi papá en las noches. Llegaba del trabajo y se acostaba al lado mío o de alguno de mis hermanos con los que compartía la pieza, y contaba hasta que nos quedábamos dormidos. Pasar de ahí a la lectura fue algo natural: la necesidad de buscar historias, de que ese momento (la pieza oscura, la voz del padre, el arrullo del sueño que llegaba) se perpetuara para siempre.

Primero empecé a leer historietas y revistas (Condorito, Ogú y Mampato, Barrabases, El Pato Donald) y en algún momento quise leer libros largos. A mi hermano, dos años mayor, le habían dado a leer un libro para el colegio y yo lo tomé y lo leí. Se llamaba Gustavo y los miedos. Ese fue el primer libro que leí. Después se lo conté a mi hermano, que no lo alcanzó a terminar de leer y tenía que dar una prueba de comprensión de lectura. Quizá también ahí estaba la semillita del narrador oral.

¿Cómo es tu relación con la escritura?

Diría que es una relación bastante sana. La escritura ha sido mi compañera toda la vida y me ha traído casi puras alegrías. Escribo mucho porque es lo que más me gusta hacer. Como además hago gestión cultural y cuento cuentos, no le dedico todo el tiempo que me gustaría.

En la práctica, escribo en los veranos y en los inviernos. Escribo y corrijo mucho. Cuando estoy metido en un proyecto escritural me convierto en un lector monotemático: leo solo lo que creo que me puede aportar al libro que estoy escribiendo. Si estoy en los inicios de una novela, creando el mundo, necesito mucho silencio, irme lejos, ojalá a la montaña, sin celular. Si estoy pasando la mitad, da lo mismo, puedo escribir en cualquier parte.

 

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Lo recomendás?

El último libro que leí fue Colombian psycho, de Santiago Gamboa. Es un policial ambientado en Bogotá que me entretuvo mucho. En el último tiempo he leído muchos policiales, con miras a un proyecto nuevo que todavía no termina de tomar forma. Porque eso es otra cosa de mi relación con la escritura: antes de ponerme a escribir algo paso al menos un año investigando, leyendo, haciendo mapas, hasta que me lanzo. Para este proyecto ya llevo más de un año pensando y aún no escribo ni una palabra. Leer Colombian psycho fue parte de este proceso. Un libro largo y con mucha información, pero bien escrito, ágil y con buenos personajes. Se lo recomiendo a quien busque un buen thriller latinoamericano.

Salomé Esper

¿Qué recuerdo tenés sobre tu primer acercamiento a la lectura?

Qué linda esta pregunta. En mi casa siempre hubo libros, no necesariamente de literatura ni tantos como en una gran biblioteca, pero ocupaban un espacio visual importante y permanente. Eran libros grandes de tapa dura, enciclopedias y de conocimiento general que después me enteré que habían comprado en fascículos y mandado a encuadernar. Creo que esa presencia fue muy importante en la naturalización del libro como un objeto a mi alcance y en cierta tranquilidad de que si no sabía algo de la escuela quizás ahí podría encontrarlo.

Recuerdo mucho siestas en las que husmeaba los libros porque no tenía nada más que hacer y no me dejaban salir a jugar, especialmente los de Mafalda que mi papá me había dicho que no lea porque eran para grandes y que por supuesto agarraba apenas él se iba a dormir. Fue más que nada husmear en libros de otros (mis dos hermanos tenían una colección de libros cada uno y yo no).

¿Cómo es tu relación con la escritura?

Tiene algo que ver con lo que contaba antes. De chica me di cuenta de que cuando nos hacían escribir solos algo en la escuela a todos les daba miedo y a mí no. Y ese no sentir miedo fue muy poderoso. Siempre me sentí cómoda escribiendo, sabía que podía, tenía una confianza plena en que algo podría hacer y eso hizo, creo, que la escritura fuera siempre un lugar muy propio.

Hace poco reflexionaba sobre eso porque me preguntaron “para qué” escribo. Llegué a la conclusión de que era para crear no una historia sino un espacio donde estar un rato.

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Lo recomendás?

El último fue Fantasía, de Bruno Munari. Me gustó porque es de esos libros que se disparan en referencias. Sin llegar a analizar teóricamente a profundidad (es más bien una presentación fragmentaria y lúdica) plantea las relaciones de arte, creatividad, imaginación y otras ideas, si les gusta leer sobre eso es interesante, a mí me gustó. Y estoy leyendo lentamente, porque me falta tiempo, Un puñado de flechas, de María Gainza, ensayos breves que dicen mucho y con una pluma sensible y con giros de humor inesperados que me gustaron mucho. No había leído nada de ella antes y me encantó.

 

Paulina Flores

¿Qué recuerdo tenés sobre tu primer acercamiento a la lectura?

Recuerdo tener muchas ganas de aprender a leer. Me sentía muy atraída por ese código al que solo tenían acceso los humanos más grandes que yo, sobre todo por las formas, el dibujo de las letras t, m, s y l . Me pasaba dibujando esas letras unidas por un cordón ondeado, ruidoso, de las otras que aún no reconocía.

De las primeras lecturas que me impresionaron, la historia de Sansón y Dalila, y la historia de la esposa de Lot convertida en sal, ambas en una Biblia infantil que me regalaron.

¿Cómo es tu relación con la escritura?

Similar a la experiencia de Eros: dulce amarga, y que define tan magníficamente Anne Carson en su ensayo.

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Lo recomendás?

Últimamente me obsesioné con Mark Stand, recomiendo su libro de ensayos, Sobre nada: y otros escritos.