Sinopsis

“El lenguaje es de los que mandan”, afirma un cuento de este libro. Ellos, los poderosos, son los que les ponen nombre a las cosas y los que elaboran una sintaxis de cuyas redes es difícil escapar. Difícil, pero no imposible si se practica la fantasía, si se celebra cada acto como si fuera la primera vez, si se cree en los detalles, si se tiene claro que cualquier decisión es parcialmente equivocada, si se acierta a entender que las palabras son la única compañía que no falla, si se descubre a tiempo que el centro del mundo está en la periferia, o si se sintoniza con los náufragos, los desarraigados, los suicidas, los insomnes, los mártires, los que flotan en el aire, los que se detienen a conversar en una ciudad sin futuro, los que velan las armas del amor o los que siguen prefiriendo los orgasmos a los somníferos.

En los dos títulos recogidos en el presente volumen, la escritora hispanouruguaya apuesta por el asombro como vara de medir emociones, ideas, historias y el propio valor de la literatura. El asombro (con sus dosis de ternura, de ironía, de humor, de curiosidad y de ganas de vivir) para que los que mandan dejen de tener poder sobre nosotros y también, quién sabe si, sobre todo, como alternativa política a nuestro fracasado y triste modelo de civilización.